La historia del TEL no es fortuita y nos gustaría hacer un apunte de cómo ha evolucionado y aparecido este término ya que muchas veces en diferentes profesionales y países nos encontramos disparidad de denominaciones que pudieran hacer pensar una gran confusión en los términos.
Dentro del marco de estudios sobre alteraciones en el lenguaje se han empleado numerosos términos para referirse a los problemas que hoy en día se pueden categorizar como trastorno específico del lenguaje.
En un primer momento se denominó «afasia evolutiva» referida a una serie de trastornos receptivos o productivo-receptivos en niños y que mostraban similitudes con la desorganización del lenguaje que es típica en las afasias de los adultos. En este caso como el término de “afasia” siempre se ha relacionado con problemas lingüísticos derivados de daños y patologías neurológicas, muchos autores determinaron que no era adecuado este término en niños cuyo caso no mostraba dichos problemas neurológicos.
Entonces se acuñó el concepto de «retraso en el lenguaje» y se habló de dos tipos principales:
- Retraso primario en el lenguaje: caracterizado principalmente por un desfase de la adquisición de las habilidades lingüísticas de acuerdo a la edad cronológica, sin causas biológicas ni psicológicas que lo expliquen.
- Retraso secundario en el lenguaje: debido a otras patologías de tipo neurológico, motórico, psicológico, etcétera. Lógicamente, los casos de TEL entrarían dentro de los retrasos primarios en el lenguaje, reservándose la otra categoría para los problemas logopédicos asociados al retraso mental, el autismo, etcétera.
Esta categorización de «retraso primario» seguía siendo muy amplia y con poca utilidad para el trabajo clínico, por lo que nuevamente se subdividió en dos nuevos conceptos:
- Retraso simple del lenguaje: se aplicaría a niños pequeños (hasta unos 6 años) en los que existe un desfase en el aprendizaje del lenguaje si lo comparamos con el ritmo evolutivo habitual de las adquisiciones.
- Disfasia infantil: se entendería como un déficit del lenguaje oral que se manifiesta principalmente a partir de los 6 años, bajo la forma de una desorganización del lenguaje en evolución.
Estos dos conceptos de «retraso simple» y de «disfasia infantil» fueron bien integrados en la comunidad científica y logopédica, siendo utilizados extensamente; incluso en la actualidad.
Pese a ello, muchas voces continuaron criticando esta terminología, apoyándose en el hecho de que en la práctica eran muy difíciles de distinguir, ya que básicamente los problemas típicos del retraso simple también podían encontrarse en la disfasia y viceversa. Además el criterio de los 6 años es muy problemático, ya que los niños no tienen un ritmo evolutivo que pueda dividirse categóricamente en función de la edad cronológica.
Por todo ello, se intentó encontrar una solución consistente y “empezaron de cero», empleando un nuevo término para describir esta casuística. Así, a partir de las propuestas de varios autores y posteriormente de las recomendaciones de la ASHA (American Speech-Hearing Association), surgió el término de «trastorno específico del lenguaje (TEL)» como una limitación significativa del lenguaje en niños que presentan un desarrollo normal y que no muestran una causa evidente para dicha limitación.
Dentro de la literatura existente sobre el TEL, un escaso número de trabajos han estudiado el desarrollo evolutivo de los niños con este tipo de problema, haciendo hincapié en las diferencias que se encuentran con el desarrollo de los niños «normales». En general, el desarrollo inicial de los niños es normal o prácticamente normal en los aspectos motores, sociales, de inteligencia, etcétera, sólo estando alterados los lingüísticos. Sin embargo, estos mismos trabajos muestran que esos déficits en el lenguaje y la comunicación van a ir provocando, posteriormente, una mayor afectación en el desarrollo que puede afectar, principalmente, a las siguientes áreas:
- Comportamientos prerrequisitos para el aprendizaje: para poder aprender, los niños deben poseer unos comportamientos mínimos como son:
(a) habilidades comunicativas básicas,
(b) atención,
(c) imitación verbal y
(d) seguimiento de instrucciones.
Los niños con TEL muestran dificultades con estos comportamientos prerrequisitos, por lo que sus aprendizajes posteriores se ven severamente limitados por la incapacidad de aprovecharlos.
- Comportamientos disruptivos: debido a los problemas que tienen para comunicarse con los demás y a la frustración que eso produce, es frecuente que los niños con TEL muestran comportamientos como tirar cosas, gritar, tirarse al suelo, etcétera. De esta manera consiguen acabar con situaciones que les resultan aversivas como interactuar con los demás, el colegio, aprender, etcétera.
- Inteligencia: las habilidades verbales son una parte esencial de lo que se considera como «inteligencia»; de hecho, la prueba más empleada (el WISC-R) tiene una escala destinada exclusivamente a medir este tipo de capacidades. Por tanto, un déficit lingüístico va a hacer que estos niños puntúen bajo en las pruebas de inteligencia, llegando a alcanzar un nivel borderline o de retraso mental leve.
- Afectividad y aspectos sociales: los problemas de producción y comprensión del lenguaje suelen provocar que los niños se retraigan en el contacto social, o que sean considerados como «torpes» por los demás. Este retraimiento social puede llegar a ser severo y afectar el desarrollo de la afectividad y los comportamientos de socialización.
- Rendimiento académico: por supuesto, los niños con TEL tienen un rendimiento académico muy pobre, ya que la mayor parte del currículum está construido sobre habilidades que tienen un componente verbal.
La idea de que el TEL conlleva determinados problemas evolutivos debe tomarse con mucha precaución, ya que es plausible que dichos problemas no sean una consecuencia necesaria del trastorno, sino que estén causados y/o mediados por múltiples factores como la educación, la familia, las relaciones sociales, la forma en que se interactúa con los niños, etcétera. Así y repitiendo lo que se afirmó en el tema anterior no hay que asumir los problemas de desarrollo en niños con TEL como algo inevitable y que vaya a estar presente en todos los casos, sino como una posibilidad que habrá de explorarse en la evaluación correspondiente.
Cristina Oroz Bajo
Arianna de la fuente
Mi bebe tiene 14 meses y no dice palabras coherentes, no nos nombra a mamá ni a papá, no pone atención cuando le hablamos, para comer dice «am» no dice ninguna palabra, grita cuando quiere algo, y grita muy pero muy fuerte! Si obecece ordenes, pero no habla nada.
Cristina Oroz Bajo
Buenos días Arianna, primero enhorabuena por la capacidad de observación y detección de dificultades, creo que tenemos que ponernos cuanto antes a darle recursos para la comunicación y también conseguir desarrollar su atención que será básica para su aprendizaje posterior. El hecho de poder actuar tan tempranamente es fantástico porque los cambios serán mucho más rápidos y el *desfase* evolutivo será menos con respecto a los niños de su edad. Regístrese en el Método VICON (www.metodovicon.com) y un terapeuta le contactará para hacer seguimiento! A por ello, no hay tiempo que perder!!