Los problemas en el aparato digestivo son una de las consultas más frecuentes en pediatría, pero en el caso del autismo, son casi una constante, y muchos de esos problemas digestivos, que en muchos casos tienen un origen sensorial, generan problemas de conducta, pero normalmente se aborda la conducta por un lado y los problemas digestivos por otro, como si fueran dos entes diferentes, de esa forma, increíblemente no se resuelve ninguno de los dos, y estos suelen ser persistentes de por vida en personas con mayores necesidades de apoyo.
Nuevamente, los problemas digestivos en el autismo están profusamente documentados, siendo la selectividad alimentaria uno de los mayores problemas visibles que presentan los niños y que presentan una fuerte relación con aspectos sensoriales, que luego se convierte en neofobia o pánico a probar nuevos alimentos, alimentación ultrarrápida o increíblemente lenta, problemas de masticación, etcétera, están íntimamente ligados con problemas de estreñimiento, arcadas, vómitos, dolor abdominal, problemas en la piel, problemas de sueño, irritabilidad, y un largo etcétera de problemas asociados a los problemas del aparato digestivo, y esto también está ligado con los problemas de microbiota o flora intestinal.
En un estudio publicado en enero del 2020 se observó que el 84,6% de los niños 18 presentan alimentación selectiva y rechazo a nuevos alimentos, esto es un dato muy alarmante, ya que no se realiza intervención sobre problemas de alimentación al 84,6% de los niños. Pero es que el 49,3% tienen conductas de “robo de alimentos”, con la intención de comer solo aquello que no les genera experiencias negativas.
Se encontró que en general el 82.4% de los participantes experimentó al menos un síntoma gastrointestinal en los últimos 3 meses; El 22.8% presentaron solo un síntoma, y el 22.8% presentó dos síntomas; El 22.1% de los participantes presentaron tres síntomas, mientras que el 12.5% y 2.2% presentaron cuatro y cinco síntomas respectivamente.
La investigación revela que los niños y adolescentes con autismo con problemas del aparato digestivo presentan de forma comórbida conductas desafiantes y mayores problemas sensoriales.
Otro estudio publicado en noviembre del 2019 analizó si existían diferencias en niños pequeños con problemas digestivos entre los que tenían una comunicación verbal y los que no la tenían, para evaluar si los problemas de comunicación podrían estar involucrados en una mayor severidad de estos problemas. El resultado fue negativo, prácticamente obtuvieron los mismos datos en ambos grupos, aunque presentaron la ya habitual lista de síntomas, como problemas de sueño, de conducta, ansiedad, irritabilidad, etcétera, esto viene a entrar en la hipótesis de que quizá, los problemas interoceptivos dificulten la correcta identificación de ese malestar o dolor que el niño o niña puede presentar. No olvidemos los testimonios de muchos adultos que afirman no ser capaces de sentir sensación de hambre, o de saciedad, por ejemplo, o muchos niños que no son conscientes de las sensación corporales ligadas a defecar y orinar, aspecto que a su vez genera también otra larga lista de problemas.
Lo que es obvio es que dolores abdominales, reflujo gastroesofágico, diarrea, estreñimiento, y toda la larga lista de dolencias digestivas generan malestar, y ese malestar provoca directamente una manifestación conductual, sobre todo en quienes no son capaces de comunicar ese malestar físico, o, aquellos que además, no saben identificar correctamente ese malestar físico debido a problemas en la interocepción.
Hipócrates afirmaba que “Toda enfermedad comienza en el intestino“. Sin embargo, a pesar de la afirmación de Hipócrates, a día de hoy no sabemos a ciencia cierta cuál es el desencadenante real, si hay un factor genético que influye en la alteración de nuestra bioquímica interna, si hay un funcionamiento anómalo de determinados órganos, si es el propio desorden de alimentación lo que provoca un mal desarrollo de nuestro aparato digestivo, honestamente, es como preguntarse qué fue primero, el huevo o la gallina. No sé sabe realmente qué o quién es el verdadero causante, si es una hormona que no se produce o procesa, si es un problema ligado a nuestra flora intestinal, si tiene origen sensorial, si hay aspectos motrices involucrados (problemas de deglución), si hay factores psicológicos (traumas), o si es quizá un conjunto de todos a la vez, además, se dan diferencias entre niños, de forma que las variables que hay que analizar son inmensas.
Entre las múltiples causas atribuidas al autismo, que más que causas son realmente factores que aumentan la probabilidad, tenemos a la leptina, o una alteración en la misma, un estudio de 2018 21 analizó los niveles de leptina en el cordón umbilical y luego hizo un seguimiento de los niños sujetos del análisis De hecho, hay cierta evidencia que relaciona una rápida ganancia de peso en los bebés con la probabilidad de autismo, y al parecer la leptina está involucrada en este proceso.
Pero ¿qué es la leptina? Es una hormona que la producen los adipocitos, o células grasas. De hecho, este es un ejemplo donde el cerebro es controlado por ese juego químico producido por partes de nuestro organismo, altos niveles o bajos niveles de leptina en el organismo impactan en la sensación de hambre, es decir, las células grasas emiten mucha leptina cuando la cantidad grasa almacenada es suficiente, de forma que mandan una señal al cerebro para inhibir la sensación de hambre. Curiosamente, las personas obesas tienen altas concentraciones de leptina, pero al parecer, los receptores de la misma que dan la señal de “estoy lleno” no parecen funcionar adecuadamente.
Bien, pues este estudio se realizó en una muestra y seguimiento de 822 sujetos de la Cohorte de Nacimientos de Boston, descubrieron que aquellos que aumentaron de peso muy rápidamente en la infancia, tenían niveles más altos de leptina en la primera infancia y una mayor probabilidad de diagnóstico posterior de autismo. Hicieron un seguimiento entre 5,2 a 9,8 años, para de esa forma ver cuántos de ellos recibían un diagnóstico de autismo u otras condiciones del neurodesarrollo.
Es decir, una alteración de niveles de leptina en la sangre del cordón umbilical es un indicador de riesgo de autismo, recuerden, indicador de riesgo no implica una cuestión absoluta, sino que se aumenta la probabilidad. De hecho, otros estudios recientes 22 refieren también que las alteraciones en leptina, entre otros, pueden tener relación con desórdenes del neurodesarrollo, incluyendo la IL-6 (interleucina) y otros mensajeros químicos, muchos de ellos involucrados en la regulación del sistema inmune. Y ese sistema inmune, como hemos visto, tiene una gran relación con nuestro aparato digestivo.
Otro de los factores que cada día adquiere más relevancia es el de las alteraciones en la microbiota intestinal, no está claro si estas alteraciones son causa o efecto, o incluso ambas, efecto de y causas de. Sí sabemos que las alteraciones en la microbiota están relacionadas con determinados cuadros de intolerancia y alergias alimentarias, que incide directamente en el sistema inmune, y que obviamente afecta a multitud de funciones de nuestro organismo.
Hay factores genéticos asociados, pero esta parte de la investigación todavía es muy reciente, y apenas hay estudios relativos a este aspecto particular, poca evidencia, así que seguimos en el campo de la hipótesis. Un estudio alemán 23 abordó este aspecto relacionado con la Haploinsuficiencia ligada al gen FOXP1 en un estudio en ratones. Este factor genético parece estar ligado (entre otras cosas) a una atrofia pronunciada de la túnica muscular en el esófago y el colon, acompañada de una disfunción motriz, aspecto que involucra directamente problemas en el aparato digestivo, aunque este tipo de investigaciones se hayan todavía en un momento temprano para poder sacar conclusiones más sólidas.
Cristina Oroz bajo
Extraído de Autismo Diario
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